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El bullying es ese enemigo invisible potencialmente presente en todo grupo de individuos, especialmente si están compuestos por niños o adolescentes, cuya voluble personalidad es motivo de altibajos en las relaciones entre cada uno de sus miembros. Debemos evitar que este tipo de dinámicas perjudiciales se manifiesten en el seno de nuestro equipo. Para ello, hay que estar al tanto de cualquier pequeño cambio que se pueda producir en las conductas de cada uno de nuestros jugadores. Detectarlo a tiempo es de vital importancia para la salud psicológica y física de nuestra plantilla, y para perpetuar el buen ambiente en el vestuario.

 

Por desgracia, no nos enfrentamos a un enemigo fácil de batir. No hay recetas sinónimo de éxito seguro, solo indicadores que nos pueden poner en alerta. A continuación, os dejo unas pautas de actuación para combatir el bullying:

 

1. Observar a los jugadores: Debemos poner mucha atención en todo lo que vemos y oímos porque en caso de producirse bullying, nunca se va a producir delante del entrenador. Muchos agresores actúan correctamente en nuestra presencia pero cuando piensan que no les vemos, lo hacen de forma diferente. El miedo hace que las víctimas también guarden una relación de cordialidad ficticia. Es conveniente ver el tipo de interacción que se da entre los jugadores cuando no están entrenando ni supervisados por el adulto.

 

2. Analizar los bajones de rendimiento: Todos deben ser felices y pasarlo bien mientras juegan porque influye positivamente en la toma de decisiones y el riesgo que asumen en las jugadas. Si vemos que están muy por debajo de su nivel habitual, cometen sistemáticamente los mismos errores en el pase o en el tiro, no reciben pases de sus compañeros cuando son la mejor opción… puede existir la posibilidad de que el bullying sea la causa de ello. Los misteriosos y continuos dolores de estómagos o las ausencias en muchos entrenamientos también pueden ser síntomas de que algo ocurre.

 

3. Vigilar las malas conductas: Existen detalles de diferente intensidad que nos pueden poner en alerta. Hay que identificar los posibles «blancos» del bullying: jugadores que son raros por su forma de ser o aspecto físico. Lo podemos intuir cuando vemos que alguien se ríe siempre que habla un determinado jugador, o en una etapa más avanzada, si observamos que siempre le desaparece ropa u objetos al mismo niño o escuchamos mensajes despectivos hacia él.

 

4. Evitar comentarios despectivos y no tolerarlos: Como responsables de un grupo, debemos cuidarnos mucho de los comentarios que hacemos delante de los jugadores. Aunque siempre sea el mismo jugador el que falle, haga ruido mientras damos la charla o haga interrupciones inapropiadas, debemos mantener la cabeza fría y no llamarle la atención continuamente delante de todos. Sería una buena idea decírselo en privado para que cambie su actitud sin que el grupo le ponga una etiqueta que le genere problemas de relación con ellos. Por supuesto, tolerancia cero con los comentarios ofensivos entre nuestros jugadores, ni ayudan a la cohesión de grupo ni son beneficiosos para el equipo.

 

5. Atender y solucionar los conflictos instantáneamente: En caso de que veamos un roce entre nuestros jugadores, la solución no es la de mirar para otro lado y decirles que se centren en el juego que es lo importante. Evitando el problema, no conseguiremos arreglarlo. El problema seguirá ahí, latente y se manifestará en un futuro con mayor virulencia. Tenemos que abordar el conflicto desde la serenidad que nos da el cargo, haciéndoles reflexionar y calmándolos para que expliquen las cosas con tranquilidad.

 

6. Seguir redes sociales y chats de grupo: En la era de las nuevas tecnologías, los clubes de fútbol se benefician de aplicaciones como Whatsaap para comunicarse con su plantel, pero también se crean grupos de jugadores que muchas veces se utilizan para enviar mensajes despectivos o atacar a determinados jugadores. Un mal uso de aplicaciones como Whatsaap o Snapchat (el favorito de los «bullies» porque los mensajes no dejan rastro y se autodestruyen a los 15 segundos) puede provocar que estallen conflictos en nuestros entrenamientos y no tengamos ni idea del verdadero origen del problema si todos mantienen una actitud hermética y no dicen nada. Por ello, estaría bien que un adulto supervisara ese tipo de grupos y pusiera en conocimiento de las partes implicadas cualquier detalle susceptible de ser perjudicial para el grupo.

 

7. No extraer conclusiones precipitadas: No siempre el alumno más fuerte es el «bully», debemos estar dispuestos a escuchar a cada una de las partes y no dejarnos llevar por la lógica aunque estemos seguros de lo que ha pasado. A veces, los alumnos que ejercen la violencia, verbal o física, son alumnos enclenques, inadaptados o asociales que adoptan una actitud siempre correcta con todos, pero lo hacen por el mero hecho de sentirse más fuertes o pasarlo bien a costa de otro. No debemos prejuzgar nunca y debemos tranquilizar la situación. No estamos perdiendo tiempo del entrenamiento, estamos invirtiendo en el futuro del equipo.

 

8. Colaborar con los padres: No son nuestros enemigos y el diálogo enriquece. Son personas que quieren el bien para su hijo y debemos hablar con ellos si sospechamos que hay un caso de bullying. Quizás nos cuenten que en casa también están preocupados por el tema y no saben qué hacer, o en caso que nos equivoquemos, nos agradezcan habernos preocupado por él.

 

9. Dejarse asesorar por los compañeros: La mejor idea sería involucrar al máximo número de personas posible: colegas entrenadores, coordinadores, miembros del club. Todo ello enfocado desde la más estricta confidencialidad. El objetivo sería compartir líneas de actuación y escuchar opiniones o propuestas que nos ayuden en el tema. No debemos caer en el error de hacerlo todo solos. Hay que dejarse asesorar y si tenemos la suerte de que alguien ha vivido un caso similar, nos puede hablar desde la experiencia y darnos las claves para solucionar la situación.

 

10. Ofrecerse a solucionar problemas: Nuestra plantilla tiene que sentir y comprobar que el entrenador da una respuesta eficaz a los conflictos y soluciona los problemas que puedan tener. Para ello, debemos decir siempre que pueden hablar con nosotros cuando ellos lo consideren oportuno, aunque los problemas sean ajenos al fútbol. Antes que entrenadores somos su referencia y un modelo a seguir. Darles esa confianza hará que en caso de existir un conflicto, recurran a nosotros para ayudarles a solucionarlo.

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El principal peligro del bullying es el silencio de todas las partes implicadas, unos porque saben que lo que están haciendo está mal y otros callan por vergüenza o miedo a que haya represalias. Hasta que se destapan las situaciones de bullying, puede que alguien lleve sufriendo muchos meses o incluso años hasta que reúne el valor de decir «Basta ya!».

 

Desde esta página web os animo a poner todo de vuestra parte desde vuestra posición de entrenador. Si presenciamos alguna mala conducta y no hacemos nada, estamos aprobando esa actuación. Sabemos que no es fácil, pero por encima de los resultados está el hecho de formar personas y fomentar el buen ambiente en la plantilla. Además de evitar el sufrimiento de un niño o adolescente (que no tiene precio!) quizás disuadamos a un acosador de convertirse en un maltratador en el futuro.