Cómo combatir la inseguridad y la indecisión
El propósito de este artículo es el de ofrecer pautas de actuación contra la inseguridad y la indecisión que experimentan nuestros hijos, jugadores o alumnos. Hay diferentes grados, pero todos ellos les provocan ansiedad, evitan que piensen con claridad en momentos de tensión y que tengan una elevada autoestima y autoconcepto en su día a día.
El carácter y el entorno de cada niño influyen en su capacidad para tomar decisiones y solucionar problemas. La inseguridad no siempre va ligada a la sociabilidad del niño, puede que tampoco se manifieste en todos los ámbitos (deportivo, educativo, relacional…); puede estar relacionado con su FALTA DE HABILIDAD PARA REALIZAR DETERMINADAS ACTIVIDADES, simplemente porque no sea suficientemente maduro para coger el protagonismo o no quiera ser protagonista.
Cabe decir que la superación de este problema es un proceso lento y no podemos esperar una mejora inmediata sino progresiva. Por tanto, no hay que desanimarse, caer en la impaciencia, ni dejar de trabajar cada uno de los aspectos. Para aumentar las probabilidades de éxito, todos los agentes implicados en el denominado TRIÁNGULO EDUCATIVO: padres, profesores y entrenadores o monitores deben ir en la misma dirección y compartir la información relevante para poder influir sobre ellos en positivo y que ganen más confianza.
A continuación os presento una serie de consejos a tener en cuenta para conseguir poner en orden el ámbito emocional del niño y ayudarle a tomar decisiones por él mismo.
1. Ser consciente de todas las cosas buenas que hacen: Es necesario tener en cuenta y explicitar todo lo que hacen bien. Como adultos, muchas veces nos centramos en lo negativo con la intención de que lo mejoren pero acabamos logrando el efecto contrario. Hay que hablar individualmente con ellos o elogiarles en grupo delante del resto de jugadores. Debemos convertirnos en unos expertos en comunicación, medir nuestras palabras y no olvidar que el mensaje positivo debe predominar sobre el negativo para que no se hundan más por lo exigentes que suelen ser con ellos mismos.
2. Evitar las comparaciones con los demás: Por el tipo de carácter de estos jugadores, siempre se van a sentir inferiores al resto de compañeros. Compararlos con otros compañeros les va a dar la puntilla a su frágil estado de ánimo. Hay que destacar que cada jugador es diferente y que tiene que sentirse cómodo con su forma de ser y de jugar. De esta manera irá forjando su propia personalidad y ganará en capacidad de decisión.
3. Animarles a pensar en positivo: Actuar sobre su manera de enfocar las cosas es una de las tareas más arduas. Básicamente porque no tenemos tiempo de dedicar a cada jugador un momento para charlar individualmente con él. LOS DÍAS PREVIOS A LOS MOMENTOS CLAVE DE LA TEMPORADA, debemos estar un poco más por ellos y darles refuerzo positivo. Los elogios y las expectativas positivas por parte del entrenador o del maestro, pueden ser el punto de inflexión para que vaya superando sus miedos.
4. Eliminar la tentación de resolver los problemas por ellos: Podemos pensar que este es un problema que afecta más a los padres o a los profesores, pero hay muchas situaciones en las que cometemos el error de hacer el trabajo por ellos. ¿Cuántas veces hemos planteado un ejercicio y viendo que no lo entendían, lo hemos acabado haciendo nosotros? Además, cuando lo hacemos, ellos tienen muy claro que no estamos contentos: por los aspavientos, el vocabulario que usamos, el tono de voz… En resumen, los niños piensan que los que han fallado son ellos.
5. Plantear preguntas divergentes: Para superar el punto anterior, hay que intentar que su cerebro trabaje en busca de las soluciones a los posibles problemas que se pueden encontrar durante un partido. Los jugadores están acostumbrados a responder preguntas que dan soluciones inmediatas: ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?… Son preguntas que les dan seguridad porque tienen una respuesta que se puede planificar y están acostumbrados a contestarlas con los padres, los maestros… El salto de calidad sería que aprendieran a analizar las cosas por ellos mismos y a prever las posibles soluciones a los problemas que se les planteen en los partidos. Eso implica plantearles preguntas divergentes como: ¿Qué crees que pasaría si…? ¿Puedes pensar en alguna otra forma de solucionar el problema? ¿Qué opinas sobre…?. Buscar la respuesta ya no es tan fácil y la multitud de respuestas válidas unidas a la espontaneidad de los niños hacen que hasta incluso el entrenador se pueda replantear aspectos del juego.
6. Inculcarles el valor de no rendirse nunca: La perseverancia y la constancia es lo que salva a muchos niños que presentan este problema. Desde mi experiencia docente, aquellos alumnos que se empeñan en lograr buenos resultados y no se vienen abajo, acaban saliendo adelante e incluso superando, a largo plazo, a alumnos que son más inteligentes. La motivación por aprender y practicar el fútbol les empujará a mejorar como futbolistas. Como entrenadores, debemos valorar el ESFUERZO de los jugadores aunque no siempre se traduzca en grandes actuaciones individuales o buenos resultados para el equipo. Plantear ejercicios a modo de RETO individual o colaborativo ayuda a que generen esta forma de pensar, las tareas que no se consiguen a la primera sino que implican repetición y empeño en ser resueltas nos pueden dar una pista sobre qué jugadores son más perseverantes.
7. Enseñar a pensar, analizar y resolver problemas por sí mismos: Este punto exige un cambio de mentalidad. Deben aprender que el problema no acaba cuando todo ha pasado, incluso cuando el desenlace sea satisfactorio. Durante el proceso, debemos ayudarles a identificar si el problema lo pueden resolver por ellos mismos o necesitan nuestra ayuda como adultos. Cuando todo ha pasado, reflexionar sobre: cómo han llegado a resolver el problema, lo que les ha costado, si en caso de volver a pasar una situación similar podrían volver a hacerlo… es muy útil para su desarrollo madurativo ya que ayuda a construir su forma de pensar. Cuando la situación de tensión ha acabado les es más fácil pensar y analizar las cosas ya que no están bloqueados por el problema. Éste es el momento ideal para hacerles reflexionar sobre ello e ir interviniendo cada vez menos para lograr que desarrollen la habilidad de extraer conclusiones de forma autónoma.
8. Aprender a equivocarse: La sociedad penaliza el error de manera exagerada. En los exámenes, a los alumnos les importa la nota final pero muchos de ellos solo ven los fallos. A modo de ejemplo, cuando hacemos un dictado, muchos ven que han hecho cinco faltas, pero no que han escrito 60 palabras bien. Cuando han tomado una decisión incorrecta en alguna jugada de partido, deben aprender que no pueden hacer nada para cambiar ese error, es pasado. Solo pueden actuar sobre el presente y sobre el futuro, por ello, la decisión más correcta sería la de centrarse en hacerlo bien en las jugadas que quedan. En la mayoría de casos, los jugadores ya saben que se han equivocado, no hace falta que se lo recordemos desde la banda, sobre todo si son inseguros. Debemos animarlos y darles más confianza de la que tienen en ellos mismos en esos momentos.
9. Atreverse a hacer las cosas: La sobreprotección en la que viven muchos niños actualmente les hace tener un miedo atroz a enfrentarse a algo que tienen que hacer ellos mismos. Cuando tienen el balón, saben que todos los focos están puestos en ellos y a veces, tardan tanto en decidir si pasar, tirar, regatear… que viene el contrario y les quita el esférico. Tienen que pensar rápido y con claridad y no sentir miedo por el desenlace de la jugada. La peor decisión es no tomar ninguna. Y eso es lo que hacen muchos en la vida real, cuando tienen un problema, esperan a que venga alguien y lo solucione, es una manera de delegar responsabilidades y refleja una gran falta de iniciativa. Cuando no se arriesgan es que tienen miedo o están inseguros, conviene tener la suficiente confianza para que te expliquen lo que les preocupa y oír de vosotros que no va a haber consecuencias ante una mala decisión es todo lo que necesitan en la mayoría de casos.
10. Apoyarles cuando se fijen un objetivo: Muchas veces escuchamos como los jugadores se ponen un objetivo, ya sea individual o colectivo. Debemos aplaudir ese tipo de iniciativas porque se están arriesgando. Están anticipando un desenlace y luchando por conseguirlo y por muy descabellado que parezca el objetivo fijado, hemos de intentar no hundir sus sueños ni decirles que es imposible. Si bien, es necesario advertirles de la dificultad de su consecución.
La falta de tiempo hace que padres, profesores y entrenadores simplifiquemos nuestros esfuerzos y nos centremos en solucionar los problemas inmediatos de nuestros hijos, preparar a nuestros alumnos para superar un examen o trabajar tácticamente para que nuestros jugadores salgan victoriosos del encuentro que tenemos el próximo domingo. Todos esos objetivos cortoplacistas están muy bien pero si queremos ayudar a los niños a largo plazo deberíamos centrarnos en que adquieran competencias para la vida, para estudiar y para jugar el fútbol.
Ayudar a que consigan seguridad en sí mismos y que no tengan miedo a decidir es una competencia crucial para su desarrollo madurativo. CONSEGUIRLO ES COMO UNA CARRERA
DE FONDO y aunque el proceso sea laborioso y cueste mucho tiempo ver los resultados, os garantizo que invertir en la educación a largo plazo de vuestros hijos, alumnos y jugadores vale mucho la pena y os dará muchos más intereses al mismo tiempo que les dotáis de la autonomía que necesitarán para elegir correctamente en la vida.